Méjico, 01 de diciembre del año del Señor 2018
A los correligionarios, los amigos de la Tradición y hombres de buena voluntad:
Preámbulo
Todo poder viene de Dios, así lo afirman los mismísimos Evangelios y en este mismo sentido se pronuncian los doctores y el magisterio de la Iglesia, y así también los juristas, filósofos y auténticos políticos encuentran el primer punto de origen de los poderes. Con ello no se afirma ni la tesis protestante del derecho divino de los reyes, ni que todos los gobiernos obedezcan los preceptos eternos, divinos, naturales y jurídicos por el solo hecho de ser, más se afirma que no hay quien ejerza algún poder no previsto por la Providencia, para bien o para perjuicio de las naciones; como el mismo Señor dijo a Pilato: “No tendrías sobre Mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto […]” (S. Ioannem XIX, 11.)
Sobre de esto profiere Don Manuel Senante:
[…] así como el que proceda de Dios el alma de los hijos ilegítimos no convierte a éstos en legítimos, así el que la autoridad de los poderes ilegítimos venga de Dios no los hace legítimos. La autoridad es, pues, cosa distinta de la persona o de la institución que ejerce el poder y del mismo ejercicio de éste. Aquélla siempre viene de Dios en cuanto es verdadera autoridad; esto es, en cuanto se ordena al bien común: el ejercicio del poder, si es contra justicia, si es un poder ilegítimo y bastardo, no viene, no puede venir de Dios. (Don Manuel Senante, Verdadera doctrina sobre acatamiento, obediencia y adhesión a los Poderes Constituidos, y sobre la licitud de la resistencia a los Poderes Ilegítimos y de hecho, Madrid, 1932.)
Méjico fue otrora llamado por todas las voces la Nueva España, reconocido plenamente como uno de los Reinos de la Patria Española, puesto que ese fue su nacimiento, no se trataba de una «colonia», como se ha dicho falsa y peyorativamente, sino de parte misma del Imperio donde no se ponía el sol; tan español el natural de Oaxaca como el de la Península o de las Filipinas, sabido y vivido por todos los habitantes de este feliz pueblo, de todas las condiciones y castas, quienes así siempre se identificaron, hasta la desafortunada pretensión de independencia, que fue un acto contra la misma voluntad de sus habitantes, a quienes quisieron arrebatar su Nación, llevado a cabo, como lo fueron este tipo de movimientos en todas las Indias, por una mafia corrupta influenciada por cabildeo extranjero con intereses en la ruptura de las Españas.
Más por la Tradición y por su esencia, Méjico es y seguirá siendo España; lo es en todo sentido, incluyendo el jurídico, no solo históricamente, o «culturalmente». Esto no puede cambiar.
El poder ilegítimo en Méjico y su artificialidad
Los poderes constituidos denominan así el territorio que solo es una pálida sombra de lo que verdaderamente constituye la patria mejicana: Estados Unidos Mexicanos.
¿Cuál es la Unidad de estos pretendidos Estados, y qué de Mejicano hay en ellos?
La historia es clara, el fundamento de esta patria es el catolicismo, la unidad mejicana no puede tener un origen racial, ya que como se advierte en muchos de sus orgullosos habitantes, son la mayoría la estirpe de matrimonios de los primeros naturales de estas tierras y de los peninsulares; no puede tener un origen geográfico, puesto que existe una diversidad característica en cada pieza de tierra, sus playas y sus cordilleras, el bajío, el norte y el sur, solo una característica es clara y advertible entre todos los propios a estos lugares, desde Monterrey, pasando por Guadalajara y hasta por la Ciudad de Méjico: la santa religión, más el Estado Moderno Mexicano, afirma que esto es una república laica ¡Nada más contrario al verdadero sentir del pueblo!
Son también una farsa los Estados, no solo por el error que supone la ideología del federalismo, que pretende asociar a un pacto positivista las costumbres propias, sino porque el ordenamiento jurídico mexicano ya no se ocupa ni siquiera de simular el supuesto reconocimiento que se hace de la «soberanía» de los Estados, sus legisladores han buscado la centralización de la legislación y del presupuesto ¿Pero qué se ha de esperar de la falsa dicotomía que representan el federalismo y el centralismo? No son más que otra obra de lo que la Subversión ha querido arrebatar al pueblo y los pueblos, en aras de un mono de la libertad han alzado el libertinaje, que es al mismo tiempo ligero y opresor, puesto que esclaviza al hombre en la perversión, visible en las concesiones que se hacen en estas leyes al aberrosexualismo y al homicidio fetal, los cuales son dos principios (o más bien, anti principios) frente a los cuales las «legislaciones estatales» no pueden ir en contra, porque ello significaría anticonstitucionalidad, el más grande de los pecados para la «Soberana República Mexicana».
Finalmente ¿Qué de mejicano hay en el Estado? Se percibe fácilmente la influencia extranjera que hay en la Constitución, que adopta idénticamente la ideología del americanismo, sustentando supuestamente la soberanía en el pueblo y arrojándose una falsa legitimidad con base al voto, más con uno de los elementos que se denominan esenciales de esta forma de gobierno, el laicismo, es obvio lo contrario que es este Estado a la patria mejicana, que nace de la tradición hispánica con el feliz descubrimiento de las Indias, cuya fuente, como ya se ha dicho, es la Fe, confirmado por un signo claro: la devoción mariana que existe en Méjico, particularmente en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.
Frente a esto, surge la interrogante para el católico del proceder frente al Estado ilegítimo y acatólico; en otra parte del ya citado discurso afirma Don Manuel Senante: “La autoridad de mero hecho no tiene jurisdicción ni competencia ninguna para mandar; no es sencillamente superior; sin superior no hay inferior, ni por lo tanto obediencia posible.” (Ibid.)
Ahora bien, es preciso realizar una distinción entre verdadera obediencia y acatamiento. En las leyes y actos que emanan de los poderes de facto sucede algo más o menos parecido al derecho consuetudinario más en sentido negativo e inverso: por el dominio de tales poderes ilegítimos, los sometidos a estos adoptan en su vida tales decretos, sin remedio (inmediato) alguno, primeramente por la fuerza que impera de manera tiránica sobre ellos (y que de ninguna manera legitima la pretensión de los usurpadores) y en otro sentido, porque algo de bien, y por tanto de importancia al bien común, retienen estos actos; es en base a esta mínima bondad y por la utilidad que guardan que los sometidos están llamados a participar de las órdenes de los regímenes revolucionarios, a esto se refiere el acatamiento, empero, este nunca, por la naturaleza de estos anti gobiernos y sus “políticas” constituye obediencia, porque ni la razón ni el corazón están obligados bajo ningún derecho a adherirse a las ideologías contrarias a la Tradición y a su Tradición; a lo opuesto a Dios y a la Patria.
Es decir, no comulgamos con ellos, más por la situación convivimos entre ellos.
El gobierno legítimo y la política
Habiendo hablado ya de lo que es un gobierno ilegítimo, debe de exponerse lo que es un gobierno legítimo.
Frente a la “República, Democrática, Federal y Laica” hay un santo cuatrilema: ¡Dios, Patria, Fueros, Rey!
Ante la “República”, la Patria, cuyo sostén no es una soberanía depositada en el pueblo, ni una infinidad de documentos burocráticos tan tachados que incluso de sus originales son irreconocibles, sino la Santa Tradición.
Ante la “Democracia”, Rey, puesto que la Monarquía Hispánica involucra el auténtico deseo popular, ya que el único medio de expresión del error de la democracia es a través de un “voto”, cuyos principios son el racionalismo y el relativismo, contra la verdad y la justicia, mientras que la monarquía supone una encarnación y abanderamiento de los principios de una Patria, que constituyen la auténtica voluntad de los individuos.
Ante el “Federalismo”, Fueros, que son la raíz y la expresión de las libertades de las Españas, un auténtico respeto a las costumbres y al derecho propio a cada pueblo, como se hizo históricamente con los naturales de la tierra de Tlaxcala, que se funda en la naturaleza y tradición particular de cada región integrante de la Patria Española.
Ante el “Laicismo”, Dios, puesto que solo a través del reconocimiento y protección de la santa religión por parte de un Estado es que los católicos pueden acceder a la vida sobrenatural, que es el fin último que debe cumplir el Estado a través de la procuración del bien temporal.
La izquierda y la derecha son lo mismo
Habida cuenta de los principios de los «Estados Unidos Mexicanos» cabe confrontar las perniciosas ideas que identifican al catolicismo con la derecha o el conservadurismo ¡nada más ajeno a la verdad!, puesto que ante la Revolución que involucran los regímenes de facto anticristianos lo que hacen los conservadores es atemperar los efectos de tal subversión, es decir, la derecha concreta lo que la izquierda logra, un gobierno de derechas no cumple con lo que involucra una legitimidad, no es un gobierno católico, por lo tanto la crítica y la exposición del error no han de hacerse solo del progresista, sino también del derechista, concretamente, el actual presidente de Méjico, no es en ningún modo distinto de los anteriores, involucra una continuidad con la ideología de la Revolución, que aparece en la exposición de tal hecha por Monseñor Gaume citada por Monseñor Lefebvre de esta forma:
Si arrancando su máscara [la cual puede ser la izquierda o la derecha, el PRI, el PAN o MORENA], le preguntáis (a la Revolución): ¿quién eres tú? ella os dirá:
No soy lo que se cree. Muchos hablan de mi, pero pocos me conocen. No soy ni el carbonarismo… ni el motín… ni el cambio de la monarquía en república [o de un partido por otro] Esas cosas son mis obras, no son yo. […]
Soy el odio de todo orden no establecido por el hombre y en el cual no sea rey y Dios a la vez. Soy la fundación del estado […] sobre la voluntad del hombre en vez de la voluntad de Dios. Soy Dios destronado y el hombre puesto en su lugar. He aquí porqué me llamo Revolución, es decir, Subversión. (Mons. Gaume, La Révolution, Investigations Historiques [La Revolución, Investigaciones Históricas], Lille, Secrétariat Société Saint Paul, 1877, T. I, pág. 18)
Lo que debe hacer el católico mejicano
Frente a esto, primera y evidentemente el cristiano ha de seguir la propugnación de lo contrario a la Revolución, la Tradición, la cual debe ser el marco del gobierno de toda autoridad, lo cual dada la situación en Méjico puede lograrse a través de la acción por parte de los gobernados, el católico no está llamado a aislarse, no debe únicamente cerrarse en el ambiente de su capilla tradicional, ni solo educar a sus hijos, sino que debe hacer política, la cual no consiste solo en el partidismo o el voto, sino en la lucha por el Reinado Social de Cristo públicamente y en su totalidad. A eso estamos llamados, a hacer todo lo propio ¡Para que Él reine!, pero su reinado no se limita a lo espiritual ni a un sector de la sociedad, es universal, y así debemos de llevarlo a todos los ámbitos de nuestra vida.
Esto no puede hacerse sin adherirse a la única expresión política enteramente fiel a la Tradición Hispánica, que le corresponde seguir a todos los habitantes de la Nueva España y de todos los Reinos de Ultramar, el Carlismo, puesto que contiene visiblemente aquello en que se encarnan todos los principios propios a la Patria Española, a la Cristiandad y al Reinado de Jesucristo: la legitimidad dinástica a través del Abanderado de la Tradición, Don Sixto Enrique de Borbón Parma y Borbón Bousset.
No se trata de una opción más, sino del único curso de acción posible para la salvación de nuestra patria, para instaurar todo en Cristo.
¡Viva Santa María de Guadalupe!
¡Vivan los mártires cristeros!
¡Viva Don Sixto Enrique de Borbón, legítimo rey de Méjico!
¡Viva Cristo Rey!
Dios, Patria, Fueros y Rey Legítimo.
Aarón Rasso