Formación y guerra del Rosellón
Los hechos heroicos llevados a cabo por las huestes de las Órdenes militares en la guerra de reconquista de nuestra querida patria, escritos están por autores que se han ocupado con gran inteligencia y fortuna en hacerlos conocer a las generaciones futuras; las historias y crónicas de aquella época también los enumeran; no tenemos nosotros necesidad de referirlos en este libro.
No han faltado autores que no conceden participación alguna a las Órdenes en el lauro alcanzado por sus Caballeros después de la guerra de la reconquista; vamos a combatir tal monstruosidad.
Nadie desconoce que los hechos de los varones ilustres corresponden de derecho a la nación a que pertenecen los que los llevaron a cabo; ellos la engrandecen; ellos dan carácter y valor a la época en que tuvieron lugar; por ellos la nación es grande; por ellos es admirada, reverenciada o temida; ellos la dan un lugar entre las demás naciones. Pues si esto es así, ¿cómo no han de pertenecer a las Órdenes los hechos memorables de sus Caballeros después de la guerra de reconquista? ¿Cómo no se han de gloriar de ellos? ¿Cómo no han de constituir su historia? ¿Acaso pueden recordarse las guerras de los Reyes Católicos y del Emperador Carlos V, sin que venga a la memoria el Gran Capitán Gonzálo de Córdoba, Caballero y Trece en la Orden de Santiago, y los cientos de Capitanes Santiaguistas, y de otras Órdenes que militaban en su ejército, y que, a sus órdenes y bajo su dirección, supieron hacerse dueños de la Italia y pasear la bandera española por donde quiera que fuesen? ¿Cómo estas glorias no han de pertenecer a las Órdenes militares?
Y los conquistadores del continente americano, ¿quiénes fueron sino Caballeros Santiaguistas? ¿Quiénes gobernaron aquellos vastos estados sino Santiaguistas? Las costas del África ¿quiénes las conquistaron sino Caballeros de las Órdenes? ¿Quiénes limpiaron los mares de enemigos y piratas sino las naves mandadas por D. Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz, Caballero de la Orden Santiago, y por otros ilustres marinos, en cuyos pechos se veían las cruces tantas veces benditas y gloriosas de las Órdenes militares? ¿Quiénes vencían a los turcos en Lepanto sino las naves conducidas por Caballeros cruzados? Nuestros soldados no conocían por mar y tierra otros Capitanes que les condujeran a la victoria que Caballeros de las Órdenes militares; y en Pavía, y en San Quintín, y en Orán, y en Malta, y en todas partes estaban los caudillos ostentando sus cruces rojas o verdes, coronándolas con los laureles de la victoria, haciendo grande a su nación y grandes a las Órdenes, de que procedían, siendo inútil se pretenda excluirlas de herencia tan gloriosa y legítima; afortunadamente la historia no juzga así las cosas, dando a cada uno la parte de gloria que le corresponde, tocando en el reparto una muy grande y principal a las Ordenes militares, heredada de sus ilustres Caballeros:
Nuestro pueblo, tan amante de lo que enaltece a España, no ha olvidado a las Órdenes militares, y en sus fiestas hace público testimonio; todos recordarán que en las verbenas que en estos dos últimos años se han celebrado en los barrios extremos de esta corte, los arcos, templetes y adornos de fachadas ostentaban gallardetes y banderas con las cruces de las Órdenes militares; lo mismo sucedía en los adornos públicos que se hicieron en la carrera de la procesión del Corpus del año próximo pasado, en la que se procuró mayor ostentación que de ordinario; finalmente, acaba de verificarse una romería en honor de Nuestra Señora de Valverde y en la procesión figuraban individuos vestidos con trajes de Caballeros de Santiago y Alcántara; de modo que nuestro pueblo honra sus fiestas ostentando las insignias de las Ordenes militares como recuerdo de grandes glorias patrias.
…pero aún hay más…
Viene un día en que la independencia de España peligra, y viene otro en que su integridad se ataca en sus posesiones de América, y entonces las Ordenes recuerdan que contribuyeron de una manera poderosa a la reconquista y conquista de lo que constituye su amada patria, y ya no sólo marchan individualmente sus Caballeros a la guerra a defenderla, sino que las Ordenes levantan a su costa batallones de soldados que van a la guerra bajo la bandera que ostenta las cruces de las Ordenes militares, en medio de las aspas de la Cruz de San Andrés; los mandan y conducen Caballeros Santiaguistas, y la cura de sus almas está confiada a sus Freyles; y estos Caballeros, y estos soldados recuerdan las glorias que aquellas cruces significan, y se inmortalizan en los campos de batalla; y el abanderado, antes que ver la insignia que lleva, bajo la cual pelean, en poder del enemigo, da su vida y la salva; para los que somos militares, nada de esto nos extraña, pues sabemos lo que puede en el ánimo de las tropas de la tradición; los hechos de estos heroicos soldados de las Ordenes forman páginas gloriosas de nuestra historia; de ellas los sacamos para formar una muy brillante en la historia de nuestras queridas Ordenes militares, digno corolario de aquellas inmortales guerras de reconquista, y que, en forma de artículo, publicamos en La Ilustración Militar en 1881, el cual ahora reproducimos; dice así:
“Con motivo de haberse dirigido el Rey D. Carlos IV a todos los pueblos, corporaciones y Grandes de España, reclamando de su patriotismo el que favoreciesen de la manera posible el levantamiento de tropas para hacer la guerra a Francia, el Consejo de las Ordenes militares, en 15 de Marzo de 1793, satisface a la pregunta de S. M. sobre el fondo existente de los tesoros ordinarios y pagos que de ellos se hacen al año, proponiendo al Rey, como Administrador perpetuo de dichas Ordenes, la creación de un Tercio o Batallón de mil plazas, teniendo por patrona a la Inmaculada Concepción, por Coronel a un Caballero de cualquiera de las Ordenes militares, y por Capellán un Freyle clérigo, siendo el armamento, vestuario, manutención y demás gastos de esta fuerza a cargo de las rentas y tesoros de las Ordenes militares.
En 12 de abril lo aprueba S. M., así como la proposición que le había hecho el Duque de Arión de reclutar a sus expensas 900 hombres más si se le nombraba su Jefe, disponiendo la formación de un Regimiento de tres batallones, con la denominación de Ordenes militares, siendo de su cuenta el completar el número de soldados necesarios para que tuviera la fuerza reglamentaria de los demás de infantería.
El Consejo expidió Ordenes circulares a los Gobernadores, Alcaldes mayores y demás justicias, así eclesiásticas como seculares de los pueblos del territorio de las Ordenes, publicándose además en la Gaceta, para que los que quisieran alistarse por cuatro años al menos, se presentasen al Duque de Híjar, Caballero profeso del hábito de Santiago, y Presidente del Consejo; y en los pueblos del citado territorio, a los Gobernadores, Alcaldes mayores o demás sujetos comisionados al efecto.
Por su parte, el Duque de Arión llevó a cabo su oferta, recibiendo el enganche de voluntarios en su casa de Madrid, y en la de sus administradores de provincia.
Se completó la fuerza con cuadros de los Regimientos de León y Soria por cuenta de S. M.
En 18 de Abril, el Consejo propuso a S. M. el uniforme igual a los demás de infantería, compuesto de casaca blanca con divisas y galones encarnados y verdes (en 1802 se cambió el color de la casaca blanca con divisa azul, y en 1815 la azul celeste con divisa encarnada, que en 1821 se convirtió en azul oscuro con divisa carmesí), escudo con las cuatro cruces de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, sobre campos de oro y plata, para las gorras de granaderos y de cuartel, y las mismas cruces en la bandera, entre las aspas de la cruz de San Andrés.
El Duque de Arión presentó al Rey dos soldados con el uniforme modelo, que fue aprobado, disponiendo se habilitara cuartel para el Regimiento en Ocaña, antigua residencia de los Generales Maestres de Santiago, dando la feliz coincidencia que todo esto lo ordenó S, M. en Aranjuez, sitio que fue de recreo de los referidos Maestres, y cuyo palacio fue totalmente restaurado por el Rey don Fernando VI, al que añadió las alas D. Carlos III.
El Consejo, en 20 de Abril, de acuerdo con su fiscal, suplica a S. M. el uso de uniforme de Coronel del Regimiento de infantería de las Ordenes militares para su actual Presidente y para los que en lo sucesivo lo presidan, a fin de conservar y perpetuar la memoria de la creación y establecimiento de dicho Regimiento; y como todo lo que a las Ordenes se refiere ha de tener el sello de las glorias patrias, S. M. lo aprobó con la fecha 2 de Mayo, que después había de ser tres veces memorable en nuestra historia militar.
En 9 de Mayo le fue hecha merced de hábito de Santiago a don Manuel Antonio Fernández de Córdova y Pimentel, Duque de Arión, hijo del Duque de Medinaceli y nieto por línea materna del Marqués de Pobar, Duque de Medina; vistió el hábito lisa y llanamente y sin dispensación alguna en Junio siguiente, obligado a servir un año en campaña, bajo cuya condición se le dispensaba el pago de montados por la toma de hábito y el de galeras por su profesión; este fue el primer Coronel del Regimiento de las Ordenes militares.
Estando para completarse el número de hombres de que había de componerse el primer batalón, el Consejo, en 14 de Junio, hace la propuesta de Capellán a favor del Freyle clérigo del hábito de Santiago, D. Benito Sotomayor y Solís; este batallón se organizó en Leganés; las clases de tropa procedían de los Regimientos de Zamora, Guadalajara y Toledo; el Rey lo revisó en Aranjuez, en el mes de Junio, cuando se trasladó de Leganés al cuartel de Ocaña, habilitado para este objeto el antiguo convento de Jesuitas: el vestuario se construyó en casa del Duque de Hijar.
El segundo batallón se organizó en Ocaña, pasando su primera revista de comisario en 14 de Agosto, y en 18 de Octubre el Consejo hizo la propuesta para Capellán del mismo a favor de D. Juan Francisco Daza, Freyle clérigo de Calatrava.
También se organizó el tercer batallón en Ocaña, y fue propuesto para su Capellán D. Marcelo Golfín Calderón, único Freyle clérigo de Alcántara que lo había solicitado; pero antes de ser aprobado este nombramiento, el Prior y Capítulo de Uclés ofrecen mayor dotación para el mismo Capellán si se elige para dicha Capellanía a D. Miguel Sánchez Hurtado, Freyle clérigo de Santiago, de la casa de Uclés, de relevante mérito, y S. M. lo aprobó así en Julio de 1794.
Los Jefes y Oficiales los proponía el Consejo a S. M., y en virtud de este derecho propuso para Teniente Coronel del Regimiento a D. José Fernando de Abascal, y para sargento mayor a D. Narciso Muñiz, que el Rey aprobó, y los cuales tomaron más adelante el hábito de Caballeros de Santiago.
El Consejo, en 23 de Mayo de 1794, hace presente a S. M. que se ha completado la fuerza del Regimiento, y con este motivo menciona el singular mérito que en ello ha contraído el Capitán del mismo, D. Antonio Busy, como también las tareas y fatigas extraordinarias de su Presidente para su organización, que aumentaba considerablemente las pruebas que tenía dadas de su actividad y celo; S. M. contesta en el mes siguiente lo satisfecho que de todo ello se encontraba, y que atendería a D. Antonio Busy; efectivamente no le olvidó, y en el año siguiente le hizo merced de hábito de Santiago, el que vistió como Caballero lisa y llanamente, sin dispensación alguna.
Tal fue la organización del Regimiento, que entre los de arma se señaló con el número 40, y que había de recordar el valor y lealtad, nunca desmentida, así como el sacrificio de vida y hacienda de los antiguos Caballeros de las Ordenes, cuyos laureles venían a reverdecer los nuevos campeones.
En Julio de 1793 el primer batallón sale a campaña, incorporándose al ejército del Rosellón, y en 22 de Septiembre recibe el bautismo de sangre, distinguiéndose en la batalla de Trouillas por su admirable valor y decisión.
En Junio de 1794 toca al segundo batallón ir a la guerra; reunido con el primero, ambos socorren las trincheras de Llers y Pont de Molins el 17 de Junio, rechazando al enemigo y persiguiéndole hasta su campamento; el 13 de Agosto atacan y toman las baterías de Terradas, Puente del Grau y San Lorenzo de la Muga.
Siguiendo en el ejército del Rosellón, el primer batallón socorre la guarnición de Colliure, sosteniendo con su fuerza de 750 hombres la defensa de la plaza, hasta que el 20 de Diciembre fue hecho prisionero, después de reducidos a escombros los muros de Colliure, y de perdidos los fuertes avanzados.
El segundo batallón, el día 23, cumpliendo las órdenes del General en Jefe, se replega, prendiendo fuego al puente de Báscara; en 1795 combate en Seriñá, Besalú y Banyolas, y el 5 de Mayo ataca el campo de Sistella en las márgenes de Fluvia; el 13 de Junio toma a los franceses el vivac de San Sebastian, y al día siguiente, combate con ardor en los días 26 y 27 sobre Bellvert, y en los 28 y 29 sobre la frontera.
El tercer batallón sale a campaña el24 de Julio de 1794 para incorporarse al ejército de Navarra, y en el mes siguiente, en los días 27, 28 y 29 toma parte en los combates de Mondragón; el 30 sorprende al enemigo en Vergara y le hace 23 prisioneros; la compañía de granaderos se distingue el 18 de Septiembre protegiendo el campamento de Belitua; en 28 y 30 de Noviembre sostiene el batallón los ataques de Vergara y monte de la Ascensión, y el 2 de Diciembre emprende la reconquista de este pueblo; en 27 de Febrero de 1795, 1.º de Marzo y 21 y 29 de Junio, combate en Sarciola, Azcárate y Elgoibar, defendiendo gloriosamente el 14 de Julio el puente de Ulibarrigamboa; en 26, 27 y 28 defiende los vados del río Ebro en Miranda, haciendo retroceder a los franceses.
Puso fin a esta guerra el convenio de Basilea, hecho el 22 de Julio. (continuará…)
“Las Ordenes Militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Su origen, organización y estado actual”. Ángel Álvarez de Araujo y Cuellar. pp. 191-197.