En este 27 de Septiembre, día en el que aquel tumulto traidor de las tres garantías entraba a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Méjico: ¿cómo entender la actuación de Iturbide? La clave está en la advertencia dada unos meses antes por Don Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, I Conde de Venadito y último Virrey de la Nueva España. Este sabio marino y gobernador señalaba la verdadera cara de Iturbide al denominarlo como el abanderado de una Nueva Revolución que: «ha reunido las tropas de su mando con engaño y ha hecho causa común con los mismos insurgentes». Con mucha clarividencia sobre los porvenires de la Nueva Revolución de Iturbide, Don Juan José apunta que estos: «pueden seducir a muchos incautos y lisonjear las miras interesadas y ambiciosas de no pocos que aspiran a la emancipación de estas provincias [de la Nueva España]». (Don Juan José Ruiz de Apodaca al Ministro de Ultramar, Ciudad de Méjico, 7 de Marzo de 1821).
¡No nos engañemos! Iturbide con el Plan de Iguala y su movimiento Trigarante: son la Revolución. Así como Napoleón buscó moderar la Revolución Francesa, así también Iturbide buscaba moderar la Revolución separatista de los Insurgentes en la Nueva España, pero ambos mantenían en pie esa misma Revolución desatada contra el orden social y político de la Cristiandad y de la Monarquía Hispánica.
Así como Napoleón usurpaba el trono de los Reyes Católicos en la vieja España; así también Iturbide usurpaba el Trono de Sus Majestades Católicas en la Nueva España. No nos dejemos engañar por las apariencias piadosas y majestuosas de las coronaciones de estos usurpadores, aunque se hayan realizado por un obispo como en el caso de Iturbide o incluso por el mismo Papa, como en el caso de Napoleón. Ambos usando ceremoniales inventados y por ende, antecesores del Novus Ordo, que se fundamentaban en el establecimiento de un nuevo orden constitucional, es decir: la liturgia de la Revolución. Si la Revolución se corona, esto hecho no la legitimisa, ya que esta tiene como su fundamento el non serviam del primer usurpador: Lucifer.
La Revolución no puede ser coronada como Monarquía legítima y la Monarquía Católica no puede estar al servicio de la Revolución. Estas ilusiones pronto fracasan y sentencian sus secuaces a destinos amargos como el destierro (en el caso de Napoleón) o al fusilamiento – merecedor de un traidor- (como en el caso de Iturbide). Iturbide buscaba servir a la Revolución y a la Religión, pero olvidaba la advertencia de Nuestro Señor:
«Nemo potest Duobus Dominis Servire» (Ninguno puede servir a dos señores)
Mt. VI, 24.
Pongamos nuestros esfuerzos y nuestra vida al servicio del único Señor que puede restaurar la Patria: Cristo Rey de las Naciones, y en cuanto a nuestra Nación, esto deberá ser a través del legítimo Rey de las Españas: Su Majestad Católica, Enrique V. Cualquier otro Señor que no sea Cristo Rey o cualquier otro Monarca que no sea el Rey legítimo, estará destinado al fracaso y a la continuidad de la Revolución.
Reynaldo Avilés.