Dorian Torres Hernández.
La llegada de la fe al Nuevo Mundo
Diversas sociedades complejas y bastas en cultura, extendidas desde las praderas y estepas del norte hasta los climas fríos del sur, vivían fuera de la Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, mas a partir de este momento eran aceptadas como hijas del Dios por quien se vive e incorporadas al Cuerpo Místico de Jesucristo mediante la predicación del Evangelio y el santo bautismo. Tras haber evangelizado el Asia Menor, Grecia, luego de ser adoptado por el imperio romano y de alcanzar su máximo fundamento filosófico durante la Edad Media, aún faltaba a la Iglesia un rincón por alcanzar: la llegada de la fe cristiana al Nuevo Mundo representó aquella tierra confusa, vacía y cubierta en tinieblas, pero sobre la cual el espíritu de Dios se cernía. Desde entonces sus habitantes se adherían así de todo corazón y con toda su alma a la Roma eterna, maestra de verdad y sabiduría.
Por eso os digo que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos (Mt 21, 43), sentenció a los hebreos el Divino Salvador; ahora lo que quince siglos antes el antiguo pueblo de Dios rechazaba por su incredulidad, los indios conquistaban por su humilde fe, virtud que llevaría a la expansión de la cristiandad hasta estas tierras que habrían de ser su más glorioso baluarte… La noble empresa realizada por los reyes católicos, cuya grandeza Satán cree haber destruido a través de la apostasía, se mantendrá hasta el final incólume y preservada en el Inmaculado corazón de María.
¡Vivan las Españas!
¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe, emperatriz de América!