La gesta del Padre Celedonio Domeco de Jarauta, quedó grabada para siempre en los corazones del pueblo de la Valenciana, Guanajuato: lugar dónde a la sazón sería fusilado por el presidente mexicano Anastasio Bustamante, lacayo de los norteamericanos, en el colofón de la invasión de 1847. El siguiente romance fue compuesto en honra suya.
No olvidemos, como reza el Devocionario del Requeté: ¡Ante Dios, nunca serás héroe anónimo!
Las gentes de la Valenciana
ya comienzan a llorar,
de ver al padre Jarauta
que lo van a fusilar.
Un martes por la mañana,
día funesto en verdad,
se perpetúa la maldad
con arrogancia insana;
en la fatal Valenciana
Jarauta fue fusilado,
porque era muy generoso
y por todos fue llorado,
y decían entre sollozos:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
No le valió defender
a nuestra patria adorada
en esta fatal jornada
que el yanqui nos vino a hacer;
su sangre llegó a verter
como quiera, denodado,
matarlo sin compasión.
Hoy le dice la nación:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
Los tiros le dispararon
con la menor dilación,
una tierna exclamación
que se oyó en aquel estado
y los que habían presenciado
esa muerte lastimosa
no repetían otra cosa:
– ¿Dónde estás, precioso don?
¡Hijo de mi corazón!
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
El pueblo se horrorizó
cuando vieron fusilar
a un ministro del altar
que ese mal no mereció.
Él sólo se resignó
así a ser sacrificado,
su corazón angustiado
de dolor palpitaba
y él mismo se preguntaba:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
Jarauta causó terror
al yanqui en la odiosa guerra,
porque hizo morder la tierra
al enemigo invasor.
¿Cuál fue su premio? Dolor,
haber sido fusilado
fue su fin muy desgraciado
y ya jamás lo veremos;
aunque por más le gritemos:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
-Tu madre en esta ocasión
no goza paz ni reposa,
ya ninguna quietud goza,
mientras más, más afligida;
al emprender tu partida
yo te di mi bendición;
mas hoy digo en la ocasión,
que olvidando lo pasado
yo grito llorando a mi hijo:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
Hados adversos así me habéis
dejado en el mundo en
abandono profundo
sin tener piedad de mí.
Yo, madre en un tiempo fuí,
ahora sin hijo he quedado
porque ha sido fusilado.
En el Real de Valenciana,
se oye a una madre que clama:
-¿Dónde estás, Jarauta amado?
Romance recopilado por Vicente T. Mendoza, “Glosas y décimas de México” (XX. Sublevación del padre Jarauta). Fondo de Cultura Económica, 1952, pp. 199-203.