José Vasconcelos ¿por qué perdimos? II

El Artículo de Vasconcelos, cuyas partes principales transcribimos, apareció en la revista Latinoamérica, en su número 116, de septiembre de 1958. Sólo se publicó la primera parte, no la segunda que prometía ser la más interesante. ¿Por qué sólo la primera parte? La revista se editaba en México D.F. desde su fundación. Pero a fines de 1958 se trasladó a La Habana, con la esperanza de que en la Cuba de Fidel Castro mejoraría su situación económica y tendría mayor tirada que en México, donde por la falta de libertad de imprenta a la que estaban sometidas las editoriales católicas al tener el gobierno mexicano en su mano el monopolio y el control del papel, la revista llevaba una vida lánguida. Urgía salir de la Caribdis, pero se encontraron con Escila. Efectivamente, se empezó a publicar en La Habana, pero pronto se frustraron las esperanzas. La revista dejó de salir y el artículo de Vasconcelos quedó truncado a la mitad. Además el gran pensador mexicano moría poco después en México D.F. su querida patria en abril de 1959. Tuve el honor y la satisfacción de asistir a su sepelio y contemplar la alta estima que hacía de él el pueblo mexicano con marcado carácter católico y patriótico.

A la pregunta, que encabeza su artículo, ¿Por qué perdimos?  responde Vasconcelos, indagando sus causas, causas de orden político, de orden geográfico, de orden social y religioso, que evidentemente pudieron influir e influyeron en esa pérdida.

Causas políticas

Vasconcelos fundamenta su análisis político en esta tesis: la guerra de independencia fue para los Estados Unidos la razón y el comienzo de la unión y las colonias y la participación de las mismas en el proceso ascendente de la Madre Patria, Inglaterra, y su influjo en el mundo; mientras que para nosotros, los hispanos, la guerra de la independencia fue causa de la disgregación nacional y de la participación de nuestros pueblos en la derrota y declive del imperio español. Oigamos a Vasconcelos:
“Para analizar las causas de orden político habría que trasladarse a la guerra de la independencia, que fue para los Estados Unidos comienzo de unión de las colonias y participación de ellas en el ascenso que tuvo en el mundo la Madre Patria Inglaterra. Para nosotros la Independencia fue disgregación nacional y participación en la derrota de España; cuyo imperio, al perder la Marina, se quedó sin medios para protegernos de la codicia extranjera; nos dejó entregados a nuestros propios recursos y obligados a transar con el enemigo exterior, que era Inglaterra”.
Sobre el principio de que la guerra de la Independencia fue causa de la disgregación nacional, Vasconcelos apunta a una razón más profunda que lo explica, «la codicia extranjera»; codicia extranjera que tiene su origen y una cabeza, que con habilidad va a dirigir toda la trama, Inglaterra. No duda en calificar a este de «el enemigo exterior». La afirmación que nos va a hacer ahora Vasconcelos es para tomar muy buena nota de ella, tanto los hispanos de aquí, como los hispanos de allí:
“Pronto los ingleses, después de fomentar nuestra guerra de Independencia, se apoderaron de la dirección de todos los negocios de los pueblos hispanoamericanos, a través de la Banca Internacional y la Marina Comercial Inglesas”.
He aquí el virus, el virus que explica los síntomas de la continua convulsión social que padecen los pueblos hispanoamericanos desde su independencia; virus, que inocula en Hispanoamérica en los comienzos mismos de su independencia, a saber el virus del capitalismo liberal manchesteriano. La dirección de los negocios, la Banca Internacional, la Marina Comercial Inglesa en manos de los ingleses, no de los nativos. Qué clarividencia la de Vasconcelos. Le resulta este análisis tan evidente, que más adelante insiste sobre lo mismo en un párrafo genial, que hay que leer con todo cuidado. Dice así:
“Por entonces las naciones americanas, surgidas antes de tiempo, fatalmente cayeron en la dispersión. Y peor aún: se dejaron dominar por la propaganda que las llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la penetración anglosajona en lo económico y también en lo espiritual, mediante un liberalismo, que nos distraía con la lucha religiosa, mientras acaparaba la dirección y el usufructo de los recursos nacionales”.
¿lo peor? Lo peor según Vasconcelos, haberse «dejado dominar las naciones de hispanoamérica por la propaganda, que las llevaba a renegar de su antigua Metrópoli para aceptar sumisas la penetración anglosajona en lo económico y también en lo espiritual». Esto es hacer filosofía de la historia, aplicada al caso concreto de Hispanoamérica. El origen del mal aquí está, se les ha querido arrancar de sus raíces, materiales y espirituales. En el arte de «la propaganda» y en particular de la «leyenda negra» no cabe duda de que el «enemigo, ese enemigo extranjero», ha sido y sigue siendo maestro. Se ha podido comprobar ahora en tantos escritos, reuniones y conferencias que han tenido lugar con ocasión del V Centenario, tanto es así que, intuyéndolo desde su alta jerarquía de Vicario de Cristo, el mismo Sumo Pontífice Juan Pablo II quiso adelantarse y empeñó su altísima autoridad espiritual en deshacer esa propaganda y esa leyenda negra agradeciendo a España públicamente, ante todos los obispos y todos los pueblos del continente americano, su ingente obra de evangelización y de cultura en Hispanoamérica. Era acertada la estrategia. Renegando de la Madre Patria, la antigua Metrópoli, y aceptando sumisas la penetración anglosajona, se dejaba «abierto el camino -nos dice Vasconcelos- a una fácil y profunda penetración del enemigo exterior» en las naciones americanas, surgidas antes de tiempo. De esto se libró el Brasil: de «esto», que Vasconcelos califica con palabra fuerte «premarxismo del odio interno». Muy fuerte y expresiva palabra. Dice así:
“Tan sólo Brasil logró escapar a este premarxismo del odio interno y en vez de pelear con su Metrópoli a la hora de la angustia común, al contrario, le abrió sus puertas y aplazó la independencia hasta poder realizar por medio de Tratados y Convenciones favorables al interés común… Pero entre nosotros, la penetración extraña había sido profunda, como no tardó en demostrarlo el éxito que obtuvo Poinsett atrayendo hacia sí y a su programa imperialista, toda una generación de gente capaz, que insensiblemente fue derivando hacia la cooperación con los planes anglosajones de destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación, que prometía crear hombres libres y acabó convirtiéndonos en factorías, ya que ni siquiera como antes, en colonias”.
Penetración extraña y profunda, la penetración anglosajona; que se concreta en «el éxito que obtiene el Programa Imperialista de Poinsett». Programa que propone nada menos que la «cooperación con los planes anglosajones de destruir todo lo hispánico en beneficio de la nueva situación». ¿Cuál es esa nueva situación? No se expresa, pero claramente se deduce: el imperialismo anglosajón, que de una manera o de otra, aún perdura. Todo esto aliñado con la añagaza de siempre, la promesa de libertad, de «crear hombres libres». Como si la libertad fundamental no fuera un «don preciosísimo, innato al hombre»; que recibimos de Dios; que no hay que crear, sino potenciar regulándolo y sometiéndolo a la ley natural, como tan profundamente nos explica León XIII en su encíclica Libertas. Vasconcelos resume y concluye así el análisis de las causas políticas, que han influido tan decididamente en la pérdida del alto nivel cultural y material que poseía México en el momento de su independencia, y en el «desfase histórico», que ahora vive con relación al gran vecino del  Norte. Dice así Vasconcelos, con agudeza que sorprende por su acierto:
“Inglaterra se apoderó de nuestro comercio, de nuestra minería; y todas las pequeñas naciones sueltas se dejaron llevar a la patriotería, que engendra el culto del Caudillaje. Aquello tenía que conducir al fracaso. Una a una, nuestras naciones fueron cayendo en la sumisión; que primero se impuso con rudeza y ahora se ejercita dentro de las formas de la más exquisita cortesía, en la Panamericana de Washington”.
Por último se consuela Vasconcelos al ver que su análisis de las causas políticas, por las que los pueblos hispanoamericanos «perdieron» su grandeza, lo intuyó también Bolívar, «aquel genio»; lo que constituye un germen de esperanza, o como él dice con más exactitud, «las bases parque alguna vez conquistemos de verdad la autonomía ». Hispanoamérica no tiene otro camino para la recuperación de su identidad. Oigamos una vez más a Vasconcelos:
“Bolívar, que era un verdadero genio, se dio cuenta de todo esto. Por eso murió decepcionado, pero reconociendo lo inevitable y aconsejando que se pusieran las bases para que alguna vez conquistásemos de verdad la autonomía”.
…(Continuará) “Un Luminoso ejemplo de filosofía de la historia aplicado a Hispanoamérica,. José Vasconcelos: ¿Por qué perdimos?” Revista Verbo Año 1995 Numero 331-332. Baltasar Perez Argos.

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