El Virrey Bucareli, insigne guadalupano

En la nave izquierda y al frente de la puerta occidental de la insigne y nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, descansan los restos mortales -esperando la resurrección de la carne- del excelentísimo señor virrey Bucareli, que fue sepultado en ese lugar sacrosanto, cerca de la Santísima Virgen, el 13 de abril de 1779. Una dolorosa pleuresía habíale cortado el hilo de su vida, tan querida, tan benéfica, tan llena de virtudes religiosas y civiles, al grado que el pueblo le llamaba “su padre”. Cerca de ocho años gobernó la Nueva España, y en ese tiempo pocos acontecimientos notables registra la historia y, sin embargo, la energía, la prudencia, el acierto de aquel gobernante, que se ocupaba sin descanso en la administración y en el bien público (léase bien común), hicieron de aquel período una de las mejores épocas de la colonia (léase virreinato); muchos establecimientos de beneficencia y útiles para la sociedad se fundaron en tiempo de Bucareli; se plantearon sabias disposiciones para el manejo y conservación de la hacienda pública, y el comercio, la minería y la agricultura tuvieron un gran desarrollo.

Y no se vaya a creer que estos elogios provienen de pechos profundamente religiosos; antes por el contrario, ellos fueron proferidos en admirable síntesis por el destacado liberal Vicente Riva Palacio, en el tomo segundo de “México a Través de los Siglos”. Y tal testimonio no puede engendrar la menor sospecha. Riva Palacio concluye diciendo:

“El señor Bucareli es uno de aquellos hombres cuya memoria no debe borrarse nunca del corazón de los mexicanos, y cuya admiración es un palpable ejemplo de lo que podía ser este suelo, cuando un hombre virtuoso y entendido, se proponga con tenacidad desarrollar sus elementos de riqueza”.

Sobre la tumba del cuadragésimo virrey de la Nueva España, aún se ve, muy gastada por el continuo tránsito de los millares y millares de devotos que visitan el insigne Santuario de Guadalupe, una hermosa lápida tallada en bronce por el artista Francisco Ortuzar, en la que está realzada una bellísima inscripción en la que se se hace la mejor alabanza del benemérito hombre del Estado y que no dudo de copiarla, como digna de ser leída por todo mexicano:

AQUÍ YACE AQUEL HÉROE INMORTAL. TAN AMANTE COMO AMADO DEL PUEBLO, CUYA MEMORIA VIVIRÁ INDELEBLE EN LOS CORAZONES MEXICANOS POR EL PATERNAL AMOR CON QUE LOS ABRIGÓ, VIRREY DE LAS VOCES DE LA FAMA, POR LA RECTITUD CON QUE GOBERNÓ; POLÍTICO, EN EL TEMOR DE LOS ENEMIGOS; CON EL VALOR CON QUE TRIUNFÓ. MILITAR EN LA ADMIRACIÓN DE  LOS BUENOS; POR LAS VIRTUDES QUE EXERCITÓ, CHRISTIANO, EN LAS PAREDES DE ESTE SANTUARIO POR LA DEVOCIÓN CON QUE LAS VENERÓ PIADOSO.

“El Excmo. Sr. Baylio Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa Henestrosa, Lazo de la Vega, Villasis y Córdova, Caballero Gran Cruz y Comendador de la Tocina en el Orden de Malta, y Gentil Hombre, de Cámara de S. M. con entrada, Teniente General de los Reales Exércitos, Virrey, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España y Presidente de la Real Audiencia.

“Que habiendo nacido en Sevilla a los 24 de enero de 1717, falleció en México a 9 de abril de 79 del mismo siglo.”

“Fue su última voluntad, ser sepultado a los umbrales de este templo, a donde siempre se dirigían sus pensamientos; para confundir la vanidad humana, para conciliarse la protección divina, para protestar su humildad, y rendimiento a estas sagradas puertas en las cuales fundó su mayor grandeza, en las que siempre lo alabarán sus heroicas acciones, en las que justamente esperó hallar las de la gloria”.

He aquí las principales obras de Bucareli:
El 2 de febrero de 1774 mandó abrir el hospicio de pobres que albergó desde luego doscientos cincuenta menesterosos de ambos sexos; contaba para su existencia con diecinueve mil pesos anuales. Asignó mil pesos anuales para la casa de recogidas de México. En el Hospital San Hipólito que estaba en ruinas y cuyos enfermos dementes estaban desnudos, sin medicinas, hambrientos y próximos a perecer, debido a la intervención de Bucareli, se construyó un magnífico edificio que se estrenó el 20 de enero de 1775 con motivo del cumpleaños de Carlos III, consiguiendo del ayuntamiento su dotación anual y permanente y aplicándole además los capitales y réditos de la congregación de la Purísima, erigida en San Pedro y San Pablo, destinada al socorro de pobres dementes. En 25 de febrero de 1775 se inauguró el Monte de Piedad de Ánimas con asistencia de Bucareli y cuyo fundador fue el excelentísimo señor Don Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla, quien con magnanimidad cedió en efectivo trescientos mil pesos para fondo de este recurso de la indigencia vergonzosa, substrayéndola de las garras del agiotimso irritante. Carlos III le agradeció al conde de Regla tal fundación y tituló a sus dos hijos: a uno marqués de San Francisco y a otro marqués de San Cristóbal. Dictó leyes muy adecuadas para el auge y rehabilitación de la Hacienda Pública, en el ramo de minería y recomendó ante las cortes a mineros como los Borda, los Conde de y los Romero de Terreros para que las explotaran, como lo hicieron, beneficiando a la Nueva España.
En tiempo de Bucareli se construyó una fuente hermosísima en el Paseo de Bucareli; se concluyó el acueducto de Chapultepec, que terminaba en la plazuela del Salto del Agua, que proveía a la ciudad de agua gorda. Dicho acueducto se hizo sobre las ruinas del antiguo que usaron los mexicanos y que niveló el rey Netzahualcóyotl.

En una palabra, en tiempo de Bucareli, como dice don Carlos María de Bustamante.

“Gloriábase Mexico con la posesión de un jefe supremo que era modelo de virtudes: bajo su sombra veía el rico un conservador de sus propiedades; el huérfano, un amparador de su desolación; el criminal, un juez; el sabio, un protector, el menesteroso, un padre compasivo, la religión, un apoyo; el militar, un jefe esforzado y prudente”.

En su testamento ordenó que se le sepultase en la Colegiata de Guadalupe escogiendo (con sus palabras):

“por lugar de mi entierro, el más inmediato a la puerta, por donde acostumbraba yo entrar a rezar y encomendarme a tan sagrada Imagen que he venerado y venero”.

En la cláusula catorce, mandó que se hicieran seis estatuas de plata para adornar la barandilla del presbiterio de dicho templo, de las cuales seis ya estaban concluidas.

“Poco antes de morir -dice el mismo Bustamante-, mandó que se le vistiese, porque quería morir hincado de rodillas; y ya que esto no se le concediere, por la falta de fuerzas, pidió se le bajase y tendiese en el suelo, para morir sobre un petate como pobre religioso”.

¡Tal fue el gobierno del señor don Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa: uno de los más grandes virreyes de la Nueva España, excelente católico y muy fervoroso guadalupano!

“Archivo histórico Guadalupano” por José Castillo y Piña de la Revista: La Voz Guadalupana Marzo de 1951 Año XVII No. 1

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