Crónica de la Procesión y Acto de desagravio al Inmaculado Corazón de María

En su Discurso Esjatológico, Nuestro Señor Jesucristo dijo: «Y por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos». Estas palabras, misteriosas como todas las que fueron pronunciadas por el Logos encarnado, referían a lo que sabe que sucedería en los últimos tiempos. Cualquiera podría decir que es de poco interés saber qué pasará en los últimos tiempos cuando no sabemos exactamente cuando empezarán; sin embargo, sabemos por la tradición católica que todo tiempo pasado prefigura el tiempo que vendrá entre sombras y como espejo, de la manera en que el cordero pascual prefiguró el sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz. Por tanto, no es vano ni aventurado, tomada en cuenta la misteriosa correspondencia, ver a la luz de lo que vendrá aquello que ya vemos. ¿Y qué vemos? Familias católicas encerradas, con miedo a la muerte del cuerpo y no a la del alma que lleva a donde es el eterno llanto y rechinar de dientes.

Vemos autoridades eclesiásticas que dándole al César lo que es de Dios, se someten cobardemente a la paranoia mediática, privando a los fieles de la vida de gracia que producen los sacramentos. Vemos que, bajo apariencia de piedad y obediencia, miles de personas olvidan (o se aturden de ruido digital para olvidar) que primero se debe buscar el Reino de Dios y su justicia y que lo demás (casa, comida, salud y sustento) se dará por añadidura. Hace unas semanas los tolerantistas jacobinos aplaudieron hasta con las orejas el que se hiciera pública la cancelación de miles de peregrinaciones al santuario de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac, proyectando a futuro la cancelación de la celebración del 12 de diciembre este 2020. Estos mandilones de espíritu han llamado «histórica» esta serie de cancelaciones. Sabemos los católicos algo maliciosos que tendemos a leer entre líneas, que el afán de novedades y de «hitos históricos» embriaga a estos enemigos de sonrisa cordial como la policía al utopista. Creen ver cómo el devenir histórico conduce a la «evolución de la humanidad»; a un tiempo sin religión y sin cielo, como el que pedía cierto drogadicto inglés al frente de un fondo de piano cursi.Sin embargo; aún hay quienes creen, con la certeza del que sabe, que el devenir histórico ha terminado con la Encarnación del Hijo de Dios y el escándalo de su muerte en la Cruz y su Resurrección. En estos tiempos en que los progresistas cantan otro fin de la historia para asentar en trono idolátrico al globalismo liberal, aún hay primitivos que salen de las catacumbas de vez en cuando para recordarle al mundo que el único progreso real es el doloroso camino que va del pecado a la bienaventuranza por la irrupción violenta de la gracia y de la práctica de la virtud; que la única libertad es la absoluta esclavitud a la voluntad de Dios Altísimo que todo ha creado y redimido, tal como la Doncella Nazarena nos lo enseña con su Fiat de resonancia eterna. Y es a esa Esclava del Señor a la que esos siervos, que nada pueden por sí solos, veneran, cantan, rezan y gritan vivas. El sábado 20 de junio del presente 2020; los jóvenes del Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta peregrinaron al Santuario del Tepeyac, con la sola intención de transmitir lo que han recibido ¿Y qué han recibido? Del mundo el desprecio y la convicción que más vale el que todo deja por seguir a Cristo, que el que, pudiéndolo dejar todo, se acobarda en el último momento para seguir sometiéndose en yugo desigual con los infieles.

De Dios la vida misma, tanto la natural como la de la Gracia, recordando la indigencia absoluta de la criatura cuando se concibe lejos de su Creador. De la Virgen de Guadalupe la patria y su destino eterno que veremos cumplido al final de los tiempos.De la Glorieta de Peralvillo partieron a las 9:45 de la mañana camino al Tepeyac. Acaudillados por la Cruz de Cristo y la Virgen Santísima, enarbolando el Aspa de Borgoña, con el solo propósito de hacer pública demostración de la Fe en el Dios por Quien se vive; el Dios de Abrahám, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. El Señor de los ejércitos que, así como dio innumerables triunfos al pueblo elegido que sacó de Egipto, también dirigió la victoria de los hijos de Santiago que, llegando a estas tierras, extirparon las tinieblas de la sangrienta adoración a la serpiente; por cuya obra misericordiosa el indio pudo elevar su natural uso de razón a las cumbres nevadas de la Verdad Sobrenatural. Por Dios, por la Patria y el Rey, los conquistadores civilizaron esta fecunda tierra negra para fundar nuevas Españas, para incrementar el número de héroes y santos arremolinados en torno de la Cruz del Hombre-Dios.El rezo del Santo Rosario marcó el ritmo de la peregrinación. Pidieron por el pronto término de la peste y por la conversión de la Patria a Dios. Nada de nuevas normalidades y de retornos “a lo de antes”; quien verdaderamente ha considerado la historia de los hombres conoce la falsedad de proponer que todo “tiempo pasado es mejor”. Conversión, sí; vuelta, sí; pero hacia lo Alto. Nada de nostalgias pesimistas. Tampoco cupo el optimismo pusilánime de los que esperan que las mismas instituciones manchadas de sangre y cenizas que provocaron el desastre, lo solucionen con placebos o algo peor. Rogaron desde su miseria a la Madre del Dios de toda consolación, la misma que en el punto cumbre de sus dolores de parto aceptó como su hijo al discípulo amado y que, en resonancia misteriosa, tomó también como suyo a otro Juan en representación de todos aquellos a quienes, desde el fondo de su Corazón Inmaculado, pregunta: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”. Después de pasado el control de seguridad que daba acceso al atrio de la Basílica (sólo se exige el uso de cubrebocas), los jóvenes se postraron de rodillas delante de la Emperatriz de América e hicieron un acto de desagravio por todas las injurias cometidas en contra del Sagrado Corazón de Jesús. Por todas las blasfemias de los soberbios hinchados por una civilización podrida que todo lo da sin esfuerzo; por todos los latigazos de los que, diciéndose católicos, se dejan someter por las máximas del mundo y las mieles seductoras del éxito mundano que promete Satanás; por la Corona de Espinas en las sienes del Divino Maestro que más le punza cuando los gobernantes indignos desplazan o ignoran su Realeza Social, cuando proponen la fundación de nuevas Sodomas y nuevas Babilonias; por Sus benditas Lágrimas, mezcladas con las flemas de los fariseos, que derrama cada que los monseñores y prelados cooperan con la pusilanimidad de los “superhombres” modernos que temen desquiciados siquiera pensar la posibilidad de morir.El sábado 20 de junio del presente 2020, ese pequeño grupo de jóvenes católicos pestíferamente integristas, a quienes posteriormente se unieron más personas en el atrio de la Basílica, quisieron recordarle a la Cristiandad sepultada que puede resucitar si se aferra a Aquel que ya lo ha hecho; perdiendo el temor a los profetas de calamidades y saliendo a poner la lámpara en la repisa de la Patria, para que todo el que a ella llegue tenga Luz. Esto es una invitación para que todo aquel que tenga amor a la Madre de Cielos y Tierra, salga a recordarle al mundo que ya fue vencida la muerte y que se debe agradecer a quien es la Tierra Virgen de la Nueva Creación.

Alejandro S. Murillo

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